El noveno mes: La caja de Pandora
El noveno mes de embarazo por ser el final de la larga y dulce espera, es el más intenso. Estamos pesadísimas y ansiosas por dos cosas: cómo será el parto, o cómo será el nacimiento, y cómo será conocer a nuestro bebé. Cómo serán sus ojos, sus manos, sus orejas, su calor, su energía. Estamos soñando despiertas al mismo tiempo que estamos alertas, esperando cualquier indicio de que hemos iniciado el trabajo de parto. Mientras soñamos, estamos activas sintiendo que se nos acaba el tiempo que tenemos, y limpiamos, acomodamos una y otra vez, no dejamos de ver las cosas del bebé y sobre todo, ¡descansamos! Hay que descansar. Es imperativo descansar en el noveno mes. No nos puede agarrar el gran día agotadas, por eso hay que procurar mantener la calma emocional y física pero sin caer en la pasividad y sedentarismo. Caminar es muy recomendable durante todo el embarazo pero es ahora cuando cobra más importancia ya que ayuda muchísimo a mantenernos activas y ayuda a que el bebé termine de bajar y reciba mucho oxígeno.
Muévete pero no exageres: ¡Descansar es fundamental!
Yo realizaba caminatas de 5 km 1 ó 2 veces por semana, aunque no todas las semanas del último mes. Lo hacía cuando me provocaba. A este punto hemos desarrollado tan bien nuestro instinto y gracias al embarazo sabemos interpretar a nuestro cuerpo, así que escucharnos es esencial y necesario. Saber que si quieres quedarte todo el día en la cama, hazlo. Quieres caminar y sudar, hazlo. Quieres bailar, comer, hacer el amor, nadar, ver películas todo el día, ¡hazlo! Es momento de vivir al máximo cada día y saber que no debemos nada a nadie, sólo importa el bebé y nuestro bienestar.
Futura mamá, la transición:
Yo estaba especialmente sensible durante el noveno mes. El temor, el amor, la ansiedad, la emoción, todo se mezclaba y debía hacer diariamente un ejercicio de domar mis fieras internas y acallar mis voces para confiar en mi potencial y en mi cuerpo. Meditar me ayudó a comprender que debía estar presente. Cantaba daimoku (Nam Myoho Renge Kyo) para elevar mi condición de vida y confiar en que todo saldría de la forma perfecta y que yo debía estar alerta y abierta para recibirlo todo con sabiduría y mucho coraje. El momento podía ser cualquiera. ¿Cómo saberlo? Había leído tanto que tuve que dejar de lado la teoría y "desconectar el neocortex" para estar lista para el parto, que fue justamente empezando la semana 41, cuando mi esperanza estaba tallada en piedra. Confiaba en que mi bebé sabía el momento exacto y perfecto para nacer. Que mi cansancio físico no debía interceder con mi energía dispuesta a servir como canal, como pasillo hacia la luz y darle la bienvenida a esa vida tan pura y tan desconocida pero tan amada. Amar así es confuso, hasta que tienes a tu bebé en tus brazos y comprendes el fundamento de todo lo que has tenido que pasar, y simplemente, todo valió la pena. No hay quejas, no hay nada más que agradecimiento. Somos emoción pura y cada cosa significa mucho, por eso la paciencia, la armonía y la tranquilidad son clave para hacer de la cotidianidad algo ameno y agradable. Hay que pedir ayuda y dejarse ayudar. Todo es bien recibido. Masajes en la espalda, en los pies, cenas en la cama o desayunos también, meriendas, todo se vale a tu manera. Antójate y consiéntete. Largos baños, largas siestas, largas noches dando vueltas en la cama sintiéndote como una tortuga patas pa'rriba.
La señales del parto: ¡Al fin!
Algunos días antes del parto sentí las famosas "contracciones de Braxton" o el "falso parto". Me desperté una madrugada con un apretón en la barriga y dije: "¡Esto es nuevo!, esto debe ser..." seguí durmiendo y a la hora lo volví a sentir, luego cada media hora y cada "apretón" duraba cerca de 1 minuto y medio. Contabilicé los apretones, que entendí que eran contracciones y por ende, me mentalicé en que eran "expansiones", pero luego desaparieron de repente. No salió tapón mucoso, no sentí nada de lo que se suponía indicaba que era el momento. Me quedé tranquila y seguí esperando. A los pocos días, volvió la sensación y esta vez me dije: "Ahora sí! Esas contracciones previas me habían preparado. Qué sabio y maravilloso es el cuerpo, sólo debemos aprender a escucharlo y respetarlo. Dejar que hable y nos guíe. Lo demás viene por añadidura. Somos un puente y sentimos más que nunca que nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón nos pertenecen a otro nivel, el del servicio a la vida, el del compartir esta existencia con otro ser que nos ha elegido para vibrar aún más alto.
El noveno mes, es en definitiva, una caja de Pandora. No sabemos nada sobre cómo reaccionaremos ante el parto, aunque nos hayamos preparado muchísismo. Además, salen de nuestras vidas muchas cosas que debemos ver, confrontar, sanar, pulir, amar, agradecer, perdonar, vivir. Llanto, risa y canto son detonantes de nuestra personalidad que hace una reverencia a nuestra inminente maternidad. Salen sorpresas de nuestra interioridad y debemos aprovechar más que nunca para hacer un buen trabajo emocional y crecer para poder nutrir sanamente a nuestro pequeño huésped que habitará esta tierra. Todo lo que salga de ti, por muy extraño, feo o duro que parezca, recíbelo, y agradécelo, pues de otra forma no sería posible reconocerlo y, en consecuencia, transformarlo en música, en medicina, en amor hacia ti misma y el mundo que te circunda, el mismo que habitará tu hijo.
En la foto yo días antes de parir. Por: Claudia Pignataro.