Ser una doula
Reflexiones sobre ser una doula:
Cada vez que veo una mujer embarazada siento muchas cosas. La primera es como verme en un espejo donde intento encontrarme, reflejarme, admirarme, observarme. Veo una mujer en plena magia. Creciendo y viviendo, haciendo vida y viviendo. Veo una mujer con el poder de todas las mujeres que le precedieron y que le seguirán. Veo una mujer que esconde una gran mamífera, una tigresa, o una leonesa, una gorila, pantera, dragona, zorra, perra, loba, águila. Veo una fuerza infinita que palpita en su vagina y su garganta. Veo también, la nube negra que trata de agarrarnos los talones. Nos persigue. Nos susurra. Son los miedos, las dudas, la ignorancia, la presión, la sociedad, "el deber ser", "el qué dirán", "el tiempo es oro", "el tú no sabes"; veo también "el qué te importa", "el#parto es mío". Veo la tecnocracia acosando mujeres; intimidándolas con ideas absurdas sobre su cuerpo, su sexualidad, su incapacidad y obnubilando sus virtudes, su potencial ilimitado innato, su fe. Veo vulnerabilidad. Veo soledad.
Pero cuando veo esta mujer embarazada con una mujer al lado, veo fuerza, veo poder. Veo apoyo, solidaridad de género, compañía, protección. Si veo una mujer que acompaña a otra mujer, que la guía en su trance, en ese angosto puente del parto hacia la maternidad; que la anima y le recuerda su esencia femenina, su autoridad como hembra, reina y mujer de su vida; su autonomía como dadora de vida, creativa y creadora, paridora y madre. Entonces, veo doulas. Veo consciencias que se conectan para traer nuevos seres a esta tierra. Seres que necesitan nacer con respeto, amor y libertad. El respeto empieza con nosotrxs mismxs. Con creer que nos merecemos hacer las cosas mejor y esforzarnos por ello. El amor es ilimitado y es el motor de todas las decisiones por la vida. La libertad es responsabilidad. Es capacidad de caminar con confianza y seguridad hacia donde queremos ir. Todo es en servicio por la vida y para la vida. En defensa de la humanidad y la humanización del nacimiento. Nacer es el primer gran evento. Antes de esto: el ser concebido. Ojalá con amor, entrega, genuinidad, eternidad. Conscientes de que una nueva vida poblará esta tierra, esta dimensión.
Ser una doula, es verme en la dimensión justa para compartir el parto, proteger la vida y propiciar el despertar de la consciencia de las madres que se vencen a ellas mismas, a sus temores y autoimposiciones y entonces deciden mejor, brillar, porque todo es una elección. Elige tu ser: tu expansión, tu sanación, tu autonocimiento. Escoge tu misión de madre con el universo en tus manos. Listo para crear las condiciones psíquicas, emocionales, culturales y espirituales que permearán en tu hijx. Hazlo bonito. Ponle corazón. Disfrútalo y honra tu misión.
Cuando veo una mujer empoderada, veo su corazón y su coraje en concordancia con su mente y su razón. Su cuestionamiento, su ansia de justicia, su bravura contra sus polluelos, que son los polluelos de todas, porque "hay un sólo niño bello en el mundo, y cada madre lo tiene" como reza un proverbio latinoamericano. Veo servicio y solidaridad. Veo una mujer que acompaña otra mujer. Y eso significa el poder de todas las mujeres en una sola. La sincronía de la energía femenina en un portal energético que recibe una vida, eso es el nacimiento. Hónralo y conságrate a tu misión como la elegida para esa tarea. Es una misión asombrosa donde "te partes" en dos, dando vida a una parte ti y cambiando así para siempre tu vida. Eso es el parto. Compartirlo, es el más grande regalo. Es poder estar cerca de un rayo de sol materializado en la carne de otro de nosotros que viene a enseñarnos el relevo y la continuidad de las cosas. Poder presenciar un nacimiento de una madre, es también casi tan asombroso como el nacimiento del bebé. Pero cuando la madre nace, ella grita, gime de bravura para poder ceder a la llegada del bebé. Claro, la madre nace desde que sabe que es madre, pero en el parto, se desarrolla una conexión con el bebé que responde a una explosión bioquímica de hormonas que se avalanchan en el trabajo de parto. La adrenalina, oxitocina, endorfinas, son algunas de las responsables de hacer que nos sintamos poseídas y concentradas, pero enérgicas y agotadas al mismo tiempo. El todo y la nada. La vida y la muerte. El ciclo de la vida en un instante. Eso es ver a una mujer cediendo a su misión y quebrando sus estigmas, sanando sus historias sexuales, confiando en su capacidad para parir...
Cuando la madre puede aniquilar sus temores trascendentales es en el parto. Allí su cuerpo muere y renace junto con la nueva vida de su bebé, a quien ha servido de puente y canal desde la nada al todo, de la concepción a la vida, de la latencia a la manifestación. Nacen entonces, dos o más. Nunca menos. Nace una relación fascinante de crecimiento y reciprocidad absolutas. Las conexiones, lenguajes, memorias, códigos, emociones que despiertan la maternidad son insuperables; difícil de exponer acá.
Ver el nacimiento es algo que todos debemos hacer. Hay que empezar por abrir los ojos, los brazos, el corazón y la vagina. Mirar, abrazar, sentir, parir. No estamos solas en esto. Hagámoslo juntas.